Hasta la boca de riego se prolongó el cadencioso recibo a la verónica de Ginés Marínal segundo. Un toro que tuvo buena clase e intentó colocar la cara. Bien armado y con cuajo, el de Antonio Bañuelos que, sin embargo, se desfondó más pronto que tarde. Los intentos por ayudarlo a romper del extremeño, que quiso alargar cada embestida, fueron en vano. Lo más destacado, el espadazo para ‘despenarlo’.
Largo y hondo, bien hecho y proporcionado, el quinto tuvo ritmo y transmisión. Tan sólo le faltó una brizna más de motor. Ginés Marín se esmeró en cuidarlo y potenciar sus virtudes. Así, fueron posibles un par de tandas al natural de enorme prestancia, por su embroque, su limpieza, la hondura y el temple de los muletazos. Sin embargo, el toro echó la persiana en plena ebullición del trasteo y no hubo manera de redondear su labor.