“Campanillero”, de Pallarés, con 520 kilos, era el segundo de la tarde, un animal de plena seriedad en su encaste, con la cuerna acapachada y al que Ginés Marín saludó con un buen y bello ramillete de verónicas. Se le hicieron bien las cosas durante la lidia y, ya en faena, basó en la mano izquierda la primera parte del trasteo, buscando el terreno ecuánime y cruzándose entre sus pitones para dirigir el viaje de un animal muy venido a menos. Se montó encima del animal para torear por circulares al cárdeno ante la falta de recorrido de éste. Espada en mano, Marín dejó un estoconazo que tumbó en segundos al astado.
“Bilbaíno” de Miura, de 530 kilos, era el cuarto del festejo, segundo del lote de Ginés Marín. Hizo un esfuerzo el extremeño, llegando a coger el aire del animal a mitad de faena, sobreponiéndose a la condición del astado, obviando toda peligrosidad y exponiendo ante éste. El acierto final y la exposición durante toda la faena le hicieron pasear una oreja.
De nuevo otro ramillete de templadas verónicas dejó Ginés Marín para saludar al sexto de Juan Pedro, un animal que ya flojeó en el caballo y con el que, segundos después, brilló José Chacón palos en mano. De rodillas en el centro del ruedo inició su faena Ginés, cayéndose el animal en el final de ese prólogo. Le dio distancia y tiempos al animal para que se recuperase. Exprimió lo poco que tenía el de Juan Pedro antes de matarlo de estocada. Ovación tras petición.