Ginés Marín corta dos orejas y acaricia la Puerta del Príncipe
El extremeño cuaja la faena más redonda de su carrera en Sevilla y desoreja a un buen toro de Lola Domecq
Preclaro, preciso y exacto. Un manantial de templada frescura emanó de todo lo que planteó al hechurado burraco tercero. Que enseñaba las puntas. GM ya con el capote desprendió luz, superando todavía un quite a pies juntos al vibrante saludo. Fue extraordinaria la media. El toro de Lola Domecq humillaba con buen son, y Ginés desplegó velas hacia el platillo por una senda de pulso y sincronización, prometiendo su izquierda el paraíso. Hasta que llegó, el manejo de la mano derecha y el juego de la distancia (e inercias) alcanzaron caras cotas. Como los pases de pecho. Que calentaban como nunca la horma de un torero frío.
Al natural estalló la faena volteando la plaza. El pulso del larguísimo trazo -caminista en la concepción y abierto de embroques- conectó como nunca con el corazón de Sevilla, reventada en uno esférico, casi circular, canto como en un cambio de mano monumental. Los pases de pecho avivaban las llamas por la hombrera contraria. De la cara del toro salía Marín con un ardor que parecía otro. Y con una listeza que se hacía la de siempre: sintió el final del toro, lo cimbreó en fabulosos ayudados por alto y lo crujió de un estoconazo. Mejor la ejecución del volapié que la trayectoria de la espada, que demoró la muerte pero no el cantado doble premio. Golpe importante.
Ginés con la miel de la Puerta del Príncipe en los labios ante el desabrido sexto se pasó vestido de afán y plomo en un arrimón que perdió el oremus. Hasta que el toro se echó.
Vía: Zabala de la Serna. El Mundo Toros
Resultado artístico
primer toro
DOS OREJAS
segundo toro
OVACIÓN
La tarde en imágenes
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