De perfil más justo y sin la vuelta del pitón fue el segundo, que volvió a desarrollar una buena condición con una embestida noble y con clase. Lo recibió Ginés Marín por templadas verónicas, saliéndose hasta el tercio con armonía. Tras un ajustado quite de Talavante con el capote en la espalda, comenzó Ginés Marín una faena muy asentada de principio a fin. Con estructura y ritmo, buscando siempre la ligazón y el temple. Le costaba el toro cuando las series eran más largas, por lo que supo dosificar la embestida en espacio y tiempo. Hubo muletazos muy templados llevando siempre muy enganchada la embestida, cosida a la muleta. Remató su actuación con unas bernadinas cambiando el viaje al toro. Dejó una estocada y dio una vuelta al ruedo con una oreja en su mano tras una fuerte petición de la segunda.

Las buenas hechuras del cuarto no se tradujeron en su condición, más medido en todo. Tuvo que poner mucho de su parte Ginés Marín, que comenzó la faena de rodillas sobre la diestra. Con el diapasón en alto, la embestida del toro condicionó el tono a pesar de que Ginés Marín no dio un paso atrás. Tiró de la embestida con temple, dejándosela puesta en el momento del embroque hasta que el toro quisiera. Remató su actuación con un arrimón, dejándose llevar los pitones a la banda de la taleguilla. Un pinchazo previo a la estocada dejó el reconocimiento en una ovación.

El sexto se lesionó en los cuartos traseras al rematar arriba de salida en un burladero y fue devuelto por su descoordinación. El sobrero estuvo por debajo del trapío de una plaza de primera. Además, fue protestado por su falta de fuerzas. Complejo esfuerzo para Ginés Marín en la faena más meritoria de la tarde. No pasaba el toro de Juan Pedro, quedándose corto a la altura de la cadera. Poco a poco y a base de exposición fue capaz de arrancar muletazos y alargar las embestidas.