Hoy quiero dedicarle una carta a la juventud. La que se levanta diariamente persiguiendo el sueño de mejorar el mundo que nos rodea, superándose en cada instante.

Desde que tengo uso de razón me considero como un enamorado de la naturaleza y de los animales. Percibo el reino animal y natural (no solo el de las mascotas) como esencial para la preservación de nuestro medio ambiente. Asimismo, me siento muy orgulloso de poder decir que mi profesión contribuye a la preservación de una especie ancestral en la península. Gracias a cada uno de los miembros que pertenecen a «nuestro mundo» miles y miles de animales viven en plena naturaleza, gozando en promedio de una hectárea cada uno. Todas estas dehesas en las que pastan son unos verdaderos ecosistemas protegidos donde florece una vida que Noé no hubiera podido llevar en su arca. Todo ello convierte mi ámbito profesional en el guardián ecológico de esos templos naturales.

Al igual que muchos jóvenes que se entregan por un sueño, rápidamente, me di cuenta de que el mundo que había elegido para que fuera mi profesión era controvertido. Quise entender por qué tenía tanta gente a la contra y otra tanta a favor. Esa dualidad me llevó a comprender y respetar cada punto de vista. Quizá nunca pueda encontrar la solución, pero de lo que estoy seguro es de que, hoy en día, nuestra sociedad debería garantizar esa libertad fundamental de pensamiento. Por eso creo que los jóvenes somos herederos de quienes lucharon no solamente por defender una causa sino también por defender el derecho a la libertad.

Por otra parte, como muchos de nosotros, me considero en perpetua búsqueda y construcción de mi personalidad. En el arte que elegí desarrollar, me nutro constantemente tanto de mis antecesores como de mis compañeros actuales. Luego me encuentro con mis inquietudes y mis convicciones para desarrollar mi propia identidad. Investigo también otras fuentes artísticas, entregándome las 24 horas del día,  lo que me permite llevar mi pozo de inspiración para poder mostrarme en plenitud como artista en el escenario.

Todos tenemos nuestro propio escenario, el lugar donde más felices nos sentimos en nuestras vidas. 

Personalmente, donde me siento en la más sincera plenitud es cuando estoy en el centro de esa enorme pupila que es el ruedo. Cuando soñaba con verme en esos escenarios llegué a imaginar de todo: triunfos, fracasos, alegrías o desilusiones pero nunca pensé que pudiera llegar a percibir esas sensaciones de acople justo y perfecto conmigo mismo. es verdad que esos momentos ocurren muy pocas veces, pero hoy por ejemplo sueño con que en unos días me pueda volver a pasar en el marco más importante de mi carrera: Las Ventas de Madrid. ¿Qué hay más bonito que luchar constantemente por algo que nos llena de felicidad?

La felicidad

Esa felicidades es para mí la que permite lograr los éxitos que tuve la suerte de cumplir y los que ojalá estén por venir. Entenderéis que la considero como un pilar esencial para que uno se realice y pueda conseguir las metas que se propone diariamente. Por eso que otra de mis preocupaciones es la de poder compartir esa felicidad con los más débiles y necesitados. Es algo que trato de hacer en cada uno de los proyectos en los que me involucro como fue la campaña «El arte en valor» que recaudó fondos para la fundación de oncohematología infantil del hospital Niño Jesús de Madrid. Por supuesto, trasmitir felicidad es también el objetivo principal cada vez que me enfundo el traje de luces y salgo al ruedo.

Soy Ginés Marín, matador de toros de 26 años y quiero dar la enhorabuena a todos los jóvenes que luchan diariamente por un mundo más libre, más ecológico, más diverso, más alegre y más generoso. Persiguiendo sueños y respetándonos, podemos colaborar para mejorar humildemente nuestra sociedad y construir una generación potente.