El temple de Ginés gustó en León: ya con el capote resonaron los olés en las cadenciosas verónicas de recibo, justo de fuerzas, le llevó a su altura para irlo metiendo al canasto. Antes, le había brindado a Café Quijano. Le quitó el defecto de meterse hacia adentro con el izquierdo, mano con la que encandiló en los naturales del final de faena. La espada se llevó el premio, saludando ovación desde el tercio tras disculparse.
De nuevo la espada se llevó lo trabajado durante la faena de Ginés Marín en el sexto, que recetó la medicina del temple a un toro que adolecía de fuerzas. Ese temple que le llevó a construir una faena que llegó a los tendidos, dejando naturales al ralentí que resonaron en los tendidos. Los aceros privaron de tocar pelo al debutante en este ruedo que bien merece tenerle en cuenta.