Ginés Marín da la cara en Madrid con el peor lote de Alcurrucén
Expone con el manso sexto, pero el palco no le concede el premio tras una fuerte petición
Ginés Marín venía de dejar retazos frente a su primero, un animal que prometía rebosándose pero que se perdió a medio camino, apagando las brasas en los últimos lances, que precedieron a una estocada que precisó descabello, a lo que recibió una fuerte ovación. Para cerrar tarde, le salió de toriles otra de esas pinturas tan golosas a la retina como temblorosas a las femorales, dulce pero seria. Más allá de puyazos al relance y un ir y venir distraído, poco se le vio al animal previo a la franela, perdido. No se dio por vencido Marín, desenvainando el cuchillo para ponérselo entre los dientes en busca de su pan. Partiendo desconcertante el burraco, no gustó de inicios ni de mediados, rajándose a cada poco, embriagado con los aires de toriles. No le bajó los brazos Ginés, que a base de rodarlo y cocinarlo en fogones calurosos, se buscó en terrenos del morlaco, y allí se encontró con lo mejor de ambos, levantando oles que parecían ya idos a dormir tras lo vivido en el cuarto, montando un jaleo de quilates por derecho, poniendo la entrega que faltaba, cargando la suerte y atacando sin tapujo. Estocada puso que tardó en hacer muerte, llegando a sonar dos avisos pero finiquitando finalmente. Hubo petición de oreja, de menos a más, como la faena. Pero el presidente no la consideró oportuna.
Resultado artístico
primer toro
ovación
segundo toro
ovación con petición de oreja
La tarde en imágenes
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